Ultra Trail du Mont Blanc, una lección de humildad I

Viernes 29 de Agosto de 2014, 17:20 y estamos posicionados, Jerónimo (aka Momo), Sebastián y yo, junto a otros 2.300 corredores bajo la fuerte lluvia que empieza a asomar en la “Place Triangle de l’Amitié” de Chamonix. He estado esperando desde hace casi una hora al comienzo de la carrera más importante y conocida a nivel mundial. Ha llegado el momento que he estado esperando desde hace más de 2 años, cuando empecé a correr por los cerros, cuando empecé a aprender a disfrutar y conocer de la vida. Un minuto antes de empezar y empieza a sonar “Conquest Of Paradise” de “Vangelis”. Esta canción me trae fuertes recuerdos de cuando era chico: mi madre nos despertaba con este disco por las mañanas para ir al colegio, por lo que las notas y sonidos de esta canción me ponen hipersensibles, especialmente bajo este contexto. Me recuerdan esas mañanas, me recuerdan a mi madre, me recuerdan todos los entrenamientos en los que me tocó escuchar esta canción. Basta de preámbulos y vamos a los hechos (o cómo los viví yo por lo menos).

Empecé junto a Momo, Sebastián y Pablo. Los 4 empezamos a trotar suavemente un poco después de cruzar el arco de partida. Lloré. Varias veces. Fue el comienzo más emocionante que alguna vez haya vivido: lluvia fuerte, “Conquest Of Paradise” sonaba fuerte, el público repletaba las calles y con sus gritos de “Allez! Allez!” y los sonidos de los “cowbells” hacían aún más especial el momento. Lloré de emoción, de agradecimiento, de finalmente haber cumplido un gran sueño y estaba viviendo el momento más esperado de los últimos 2 años. Empecé tranquilo, con un trote suave para precalentar motores y con la parka sobre la mochila (no alcanzaba a abrocharla), es decir, mal puesta pero con facilidad de sacado. Fui preocupado de la alimentación e hidratación (dos botellas que llevaba en el frente, ambas con agua) desde el principio: sabía que con el comienzo eufórico, sumado a la lluvia, se esfuman de mi cerebro las reglas básicas (comer e hidratarse bien), por lo que fui muy cuidadoso y mateo. La euforia del comienzo nubla bastante, eso sumado a estar empapado de cabeza a pies por la lluvia, con lo que se quita la sensación de calor/transpiración, por lo que el cerebro asume que está todo “OK” pero no lo está; se transpira igual y se pierde agua, pero se confunde con lluvia y humedad del ambiente, o la que se genera debajo de la parka. Antes de llegar a “Les Houches” (8k) ya había desenfundado los bastones, me había sacado la parka poco después de la partida y estaba preparado para afrontar la primera gran subida. A esta altura aparece el que considero el primer error dentro de una cadena de errores, los cuales me llevarían a un mal estado físico/psicológico: entre la euforia de la partida, el calor generado por la velocidad del comienzo y la falsa sensación de que la lluvia acabaría, tuve que parar a ponerme bien la parka (sacarme la mochila y ponerme la parka debajo) pero ya estaba empapado de cabeza a pies (gran error). La subida la afronté con calma, a paso tranquilo sin exigirme, probando los músculos y ya estabilizando sistemas (euforia, azúcares, hidratación, pipises de colores cercanos al transparente, etc). Aún seguía junto a Momo, Sebastián, Pablo, y otros 856 corredores que alcanzaba a observar.

Todo iba relativamente bien: iba tomando la cantidad precisa de agua, iba comiendo las basuras que habíamos comprado en Suiza (pura comida “química” de laboratorio: geles, geles locales, galletones, concentrado de fruta, entre otros) pero me di cuenta que, aunque no tenía sensación de hambre, las azúcares ingeridas no estaban siendo bien absorbidas o algo ya se estaba echando a perder en mi cerebro, mi estado no cambiaba absolutamente en nada sin importar lo que estaba ingiriendo. La corta sensación de euforia se esfumó rápidamente y vino un estado de transición en mi cerebro. En ese momento supuse, como siempre, que vendría un estado alerta, de felicidad, de agilidad: en modo carrera. Seguimos bajando hacia “Saint-Gervais”, al principio por un “camino” (en realidad era una pendiente con pasto, por donde bajan los esquiadores en invierno) bastante resbaloso donde vi varias caídas y me fui a paso conservador. En esos momentos agradecí lo pacientes que fuimos en haber comprado las zapatillas que estábamos usando (Salomon S-Lab), no resbalé en ningún momento de toda la carrera y pude ir con confianza en cada paso. En un momento quedé unos 30 metros detrás de Sebastián y a unos 15 metros delante de Momo, y decidí esperar a Momo. Esa fue la última curva que vería a Sebastián. Constantemente iba gritando “Momo” hacia atrás para escuchar un “Voooooy!”. En cierto punto nos volvimos a encontrar y le pregunto por qué va tan lento, y me responde “voy esperando a Sebastián”. Rápidamente le digo que a Sebastián lo perdimos, está delante de nosotros. El camino se vuelve una huella personal y va serpenteando poco a poco dentro del bosque.

La oscuridad empieza a aparecer y todavía no nos ponemos las linternas. Estrujamos al máximo la decisión de parar a ponerlas, en parte porque estábamos en bajada, habíamos perdido a Sebastián, seguía lloviendo (lo que hacía más confuso y estresante el contexto) y porque creíamos podríamos ver algo con lo que el resto iluminaba, hasta que tuvimos que parar a ponernos las linternas porque no era posible ver un metro dentro del espeso bosque. La situación no prosperó mucho: a ratos había niebla espesa, donde la luz blanca emitida por mi linterna rebotaba y se difractaba en las particulillas de agua, lo que creaba una muralla plana, blanca y gigante delante mío que no me dejaba ver, lo que obligaba a no poder acelerar. También aparecieron los fantasmas de la oscuridad: los recuerdos de tener que pasar una noche entera (desde las 20:30 hrs aproximadamente, hasta las 6:30 am) mirando el cono de luz que proyecta la linterna. Es una triste, blanca, plana y constante realidad. En esta bajada algo ya no andaba bien en mi espíritu, en las ganas que tengo de correr, en las ganas de sentir y disfrutar al máximo. Algo se estaba pudriendo y no sabía qué. Bajamos con Momo hasta “Saint Gervais”.

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2 Comments

  1. “Aún seguía junto a Momo, Sebastián, Pablo, y otros 856 corredores que alcanzaba a observar” Siempre es importante poder contar cuanta gente hay alrededor y ademas hacerlo de forma tan exacta, buen trabajo ahi Beno!!

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