Ultra Fiord – Parte 2 o cómo estar 44 horas despierto

¡Buena máquina! –grité. Buena máquina! –me contestó de vuelta René que corría las 108 millas- . Lo vi bajando y me pareció buena idea compartir con él. En ese instante de la carrera venía junto a Julio Carvajal, un amigo con el que suelo entrenar en las mañanas, y mientras René y yo nos tirábamos un par de chistes, se nos adelantó Julio y no lo vimos más. ¿Querían barro?; ¡toma! –gritó René.

Desde un principio, cuando planifiqué correr Ultra Fiord, el objetivo era ir por las 100 millas, pero una inflamación del tendón de Aquiles me jugó una mala pasada y estuve fuera de los senderos sin poder prepararme como quería, por un poco más de un mes. Así, cómo máximo creía poder correr los 70K, sin embargo, cuando llegó el gran día, tenía serias dudas de si me daría o no para completarlos: ¿me aguantaría el tendón durante tantas horas?, esa era mi gran interrogante. Mi deseo era al menos poder completar este tramo puesto que se trataba del corazón de la competencia y donde se concentró toda la parte salvaje y dura; la mayor cantidad de barro, turba y arbustos del recorrido.

Horas previas al inicio de la carrera me tocó una larga jornada de trabajo en la que se dejó todo listo para la presentación de  “Trails In Motion” en el Hotel Remota, por lo que mi nivel de energía era bastante bajo. A raíz de lo anterior, cerca de las once de la noche, conversé con Anne-Marie (periodista y ahora amiga que cubría para Sleepmonsters) sobre lo cansado que me sentía y de mis dudas de si correr o no. Ella, con la mejor de la intensiones, me instó a elegir, ya que no me sería posible correr y reportear bien. Le contesté que lo decidiría más adelante. Ante éste nuevo escenario, participar de los 30K parecía la mejor opción.

Después de un buen rato avanzando junto a René comencé a sentir frío, le dije que necesitaba moverme más rápido, nos deseamos suerte y partí. En este punto de la carrera llevaba unas dos o tres horas sin comer, pésimo de mi parte y lo sabía; lo que se venía era un espiral de emociones, una baja de energía o ambos a la vez. Quedaba poco por llegar al abastecimiento así que logré aguantar.

Quienes cubríamos la carrera veníamos en un bus especial para la prensa hacia la partida de las 108 millas, la expectación era alta, todos nos sentíamos ansiosos. Los corredores, en un ambiente de concentración absoluta llegaron en buses especialmente adecuados para la ocasión. Al llegar al lugar de partida salté del bus para tomar las primeras imágenes. La energía de los corredores era tal que se transmitía a todos los presentes, sólo quedaba verlos partir y comenzar la persecución para captar las mejores imágenes posibles. Exactamente a la hora planificada comenzó la esperada Ultra Fiord 108 millas, al igual que mi persecución de los protagonistas. Nunca había disfrutado tanto siguiendo a corredores, el paisaje y energía que se vivió en esta carrera sobrepasó a toda experiencia anterior como reportero.

Un vez comenzada la acción, se nos llevó a toda la prensa al primer puesto de abastecimiento. A pocos minutos de haber llegado y aunque todavía a lo lejos, se comenzaron a divisar las primeras luces acercándose al punto de abastecimiento. Según recuerdo, Stjepan, el director de carrera, comentó lo rápido que venían y surgieron las apuestas sobre quién pasaría en primera posición. Instantes después aparecen Jeff Browning y Enzo Ferrari, lo que me motiva salir a buscar unas imágenes. Unos metros más atrás; René Castel y Emmanuel Acuña. Así, con el objetivo de retratar a los líderes, seguí durante varios minutos corriendo para atrás y para adelante hasta lograr las fotos que necesitaba. Tras esto, vuelvo al abastecimiento y me encuentro con Kendrick Callaway, un corredor que conocía por Instagram, a quien aprovecho de ayudar mientras se abastecía. Unos minutos más tarde estábamos nuevamente en el bus.

Tras la pasada de todos los participantes, retomamos el camino por el cual veníamos y Stjepan, el director de carrera, vuelve a comentar sobre lo rápido que se están moviendo los corredores. A nuestra izquierda vemos que se acercan a toda marcha al cruce de camino. Nos detenemos y Max, uno de los practicantes de la organización, se baja a abrir un portón y yo corro para ayudarlo abriendo un segundo portón, al poco rato Emmanuel salta el portón como si fuera una carrera de obstáculos. Pasan varios corredores y  partimos al control de Bahía El Bote en el kilómetro 25. La historia se repite en éste lugar y después de sacar más imágenes y tras una lluviosa jornada nocturna, emprendemos rumbo al hotel. Llego al hotel a las 5:00am, luego de una confusión en la recepción me dan mis llaves de la habitación. Entré y había dos corredores durmiendo plácidamente: Marcelo Sinoca y Willie McBride.

Ya siendo tiempo de dormir reflexiono sobre la posibilidad de correr al día siguiente, si las energías me acompañaban, lo haría, si no, saldría a cubrir la carrera.

Exactamente a las 7:11 de la mañana Willie, corredor de los 100K, llega a la pieza, tal vez fue por el desayuno, la verdad no lo tengo claro. Tras esto quien primero se levanta es Marcelo Sinoca. Por mi lado las energías han vuelto con todo, a las 8:30 tengo todo listo para correr. A lo lejos diviso a Anne-Marie que sonríe al verme listo para la carrera. Entrego mis cosas que serán llevadas a Puerto Natales y ahora mi única preocupación es terminar. Comienza la cuenta regresiva.

En la partida de los 70, a la izquierda, medio camuflado.
En la partida de los 70, a la izquierda, medio camuflado.

No recuerdo bien a qué hora comenzó la carrera, pero poco me importaba, una leve neblina cubría el resto del paisaje, a lo lejos veo unos caballos correr junto al grupo de corredores, mientras el camino avanzaba ondulante hasta llegar al primer cruce de agua. A los dos kilómetros de recorrido, quizá un poco más, llegamos a un cruce de agua que me llegaba al pecho, saliendo de aquí lo único que se podía hacer para no enfriarse era moverse rápido y entrar en calor. En esta parte del recorrido iba junto a Julio Carvajal con quien me mantuve corriendo por largo rato. Todo iba bien. En eso, mientras bajaba por un sendero veo a René.

El cruce de agua, hasta el pecho
El cruce de agua, hasta el pecho

Sin duda lo que más me gustó de Ultra Fiord y en general a todos quienes participamos de su distintos recorridos, fueron los variados y sorprendentes paisaje, así es que aprovechando esto y el hecho de que no tenía apuro por llegar a la meta, al llegar a  un claro desde el que se podía divisar un cruce de agua y  una cascada y me detengo para ordenar mis ideas y bajar un poco las revoluciones. Esto mismo lo repito un poco más adelante frente a una animita que miraba al glaciar Serrano. Después de no más de un minuto, sigo corriendo y ya estoy en el puesto de control Balmaceda un poco pasado del medio día.

11143162_553985088077354_784015073651051146_o
A unos metros de llegar a Estancia Balmaceda

Entrada la noche, me topé con Jaime Hume y Ronald Cristinich en el puesto de abastecimiento “El Bosque”. A esa altura definitivamente las energías ya no eran las mismas, de hecho llevaba un buen tiempo en el punto de control cuando ambos aparecieron, “terminaré la carrera con ellos” –me dije–. Jaime venía con mucho sueño, yo me había pegado una pequeña siesta para no correr el riesgo de dormirme mientras caminaba y Ronald venía bien.

Salimos del abastecimiento con el ánimo por las nubes dispuestos a avanzar caminando y demorar unas 3 horas en llegar a Perales. Debido al desgaste físico y el sueño, era lo más rápido que podíamos avanzar. Tras el último abastecimiento, habiendo pasado unas dos horas avanzando, el sueño me la estaba ganando. Cada cierto tiempo me detenía, agachaba mi cuerpo apoyando mis hombros en los bastones, cerraba los ojos e intentaba descansar; repetía esto una y otra vez mientras Jaime o Ronald se me acercaban, y al escuchar la orden del primero seguíamos rumbo. En una de esas detenciones pido cinco minutos para descansar, me siento en una rama y sin darme cuenta escucho el grito de Ronald alertándome de no caer, mi cuerpo no soportaba más, me estaba quedando dormido en cualquier lugar.

Pasaron unos minutos desde que retomamos la caminata y sin darme cuenta, no sé cómo, aparezco en una playa, descansado, tranquilo, al parecer caminando por arena amarilla, con un cielo azul sin nubes y a mi costado izquierdo el mar. Ante esto escucho el grito de Jaime: “Mati! mantente en el sendero!” Era tal mi cansancio que me había quedado dormido y perdido el equilibrio mientras caminaba. Camino en un claro de un bosque verde y al fondo una chica con un vestido. “¡Mati, mantente en el sendero!”, claramente mi cansancio había llegado al punto de la alucinación. Medio aturdido y sacando fuerzas de donde podía seguí caminando aunque la realidad del sueño parecía mucho más confortable que el camino a la “Estancia Perales”. Aún era de noche, todo continuaba oscuro, Ronald caminaba delante mío, atrás Jaime y tan solo quedan unos pocos kilómetros para terminar mi carrera.

Cuando entré a al check point de Balmaceda, me alegré un montón al ver caras conocidas. Stjepan a lo lejos coordinaba cosas y me dice que me veo bien pero le respondo que no se si seguir, que lo evaluaré en un momento. Paola, polola de un amigo, se acerca para ayudarme a secar la ropa junto al fuego y Eduardo Silva, conductor de Fulloutdoor, me entrega una sopa. Ya estaba pasando mucho tiempo adentro y a cada instante se me hacía más difícil salir de ahí. Anne-Marie se acerca y me pregunta si estoy bien y que si iba a continuar. Le respondo que estoy bien pero que no sé si seguir. Preocupada, me pregunta: “¿Cómo puedo ayudarte?. Luego de una pausa, le digo: ¿Puedes trabajar con mi cabeza?. En ese momento se toma una pausa y me dice: “No sé lo que sucede en tu cabeza, ¡pero lo único que debes decirle es que se calle de una maldita vez!. Llora lo que tengas que llorar, come y continúa!. Te vas a sentir miserable, pero solo durará un momento. Sal y termina la carrera.” . Me siento, dejo correr mis emociones y quedo listo para continuar. Armo mi mochila nuevamente, me cambio de ropa, Max me ayuda limpiando las zapatillas y salgo corriendo a terminar lo que venía.

10488212_10204784291100153_2423680495973050560_n
Una buena llorada no le hace mal a nadie. Comiendo para devolver el alma al cuerpo.

Fruto de una preparación inadecuada, los siguientes 40K me tomaron más de diecisiete horas, pero como sabía que iba a eso, lo único que me quedaba era avanzar con calma. Durante esas eternas horas recorrí el lugar más increíble en el que he podido estar, subidas interminables con paisajes increíble de los fiordos y parte de los glaciares, subidas por roca con cubos de piedra como si fueran restos de una antigua fortaleza. Bajadas por glaciares, subidas por filos de roca formados por filosas piedras y las vista más extraordinarias de lo que parecían lagos y lagunas. Cada cierto tiempo el cielo dejaba pasar un rayo de luz que rompía la monotonía del gris ambiente.

11203611_560528454089684_7979105021873087626_o
Dejando Estancia Balmaceda con el Glaciar Serrano de fondo

Llegando a otro de los tantos puntos de abastecimiento, tras salir de un de glaciar y comenzando nuestra ultima bajada a “El Salto” me encuentro con Candice Burt y Jaime Hume. Nos indican que debemos colocar nuestros frontales, que la neblina es muy densa y no deja ver las marcas. Comienzo la bajada bastante orientado a pesar de la nubosidad, todo iba bien hasta que se hace de noche y encontrar cada una de las marcas se hacía muy difícil. En eso tomo una mala decisión y comenzamos a bajar por el costado de un río. Acabamos perdidos por entre una o dos horas, la verdad no sé cuánto tiempo pasó. Cuando decidimos volver a la última marca vemos que otro corredor venía en nuestro mismo sentido. Era Ronald, nos juntamos los 4 y a lo lejos pudimos ver unas luces que iban avanzando por encima nuestro a unos 300 metros. Salimos al encuentro de ellos para interceptarlos y en eso encontramos la marca que nos faltaba. De ahí en adelante comenzó una bajada donde pasamos más tiempo en el suelo que de pie.

Llegamos a “El Salto” y Candice me dice que va a seguir corriendo, le digo que vaya, que comeré un poco más. De aquí en adelante no me despegué de Jaime y Ronald.

Jaime me despierta del último sueño y seguimos en camino, ya nos quedaban unos pocos kilómetros de carrera. Vemos las carpas y una casa, estamos en un cruce de río y al otro lado vemos a Max que nos indica por donde es más fácil pasar. Llegamos al otro lado, avanzamos por unos metros y ya estamos en la meta.

Estoy agotado, si fuera por mí, dormiría con la ropa que tengo puesta, pero decido secarla en una cocina a leña dentro de la estancia Perales. Después de 44 horas despierto, doy gracias por el consejo de Anne-Marie para continuar corriendo. La verdad que los últimos 40km fueron la mejor parte de todo el recorrido, los mejores paisajes y que espero correr el próximo año. Realmente correrlos.

4 Comments

  1. Emocionante relato Matías. Qué ganas de vivir la carrera.

    Mucho éxito en lo que venga.

  2. Recuerdo haberlo visto en estancia Perales mi estimado ahí me quedaba la última parte del recorrido de los 100k y los empujones anímicos que nos daban te hacia cargar las pilas y seguir un abrazo.

Comments are closed.