Nuestros antepasados, y lo digo con todo respeto, nunca fueron grandes montañistas ni muy lanzados al mar, a excepción de algunos pocos. Siempre vivieron entre la cordillera de Los Andes y la cordillera de la Costa, en los valles, tranquilos, con calma y buen clima. En cambio, los incas sí subieron y corrieron sus cerros; lograron tener “carreteras” en altura para transportar bienes y/o mensajes entre sus pueblos. Existen caminos desde Quito, Ecuador hasta Santiago, Chile. La suma total de “carreteras” es de 40.000 kilómetros.
Por otro lado, la gran mayoría de nosotros desde siempre hemos sido cómodos. Siempre hemos vivido entre el mar y los cerros. Nos hemos conformado con mirarlos nada más (aunque existen unas pocas excepciones que han ido “un poco más allá”).
En la sociedad de hoy, pareciera ser más normal vivir sentados, es común pasar gran parte del día sentado detrás de un computador, ya sea estudiando o trabajando. Desde pequeños empezamos a vivir sentados: en el colegio, en la universidad, en el trabajo, en las comidas, en reuniones sociales. Un cálculo rápido da que pasamos (contando solamente colegio, universidad y trabajo hasta los 40 años) alrededor de 142.000 horas sentados equivalentes a 6 años durante ese período.
Estos cambios han traído problemas a nuestros cuerpos: Muchas dolencias actuales están relacionadas a la falta de uso de nuestro “envase” y de vivir sentados, generalmente detrás de alguna pantalla. Algunos de estos males son: dolores de cabeza, cansancio general, tendinitis en las manos, hemorroides, problemas a la columna, obesidad, problemas sanguíneos, problemas a los órganos, entre otros muchos males. Todo esto sin mencionar la mala alimentación presente en el país (Chile es el 9 país con mayor sobrepeso en el mundo) y que somos un país plagado de Mall’s y de personas que NO realizan ningún tipo de ejercicio (y muchísimos menos los que salen a sufrir día a día).
Podríamos ponernos densos y empezar a analizar cómo afectan las malas costumbres de muchos en la salud nacional y cuantificar los pesos ($) que tienen estas malas prácticas en la salud pública (lo que podría traducirse en un gran ahorro para así re-invertir en otros temas).
Otra consecuencia ha sido que muchas personas, de entre 40 y 50 años, se han empezado a dar cuenta que se les está empezando a acabar la vida y que no hicieron nada valioso con sus cuerpos gloriosos de la juventud. Solamente y generalmente se dedicaron a trabajar usando el cráneo (aunque esto de usarlo es muy relativo) y olvidando por completo el “envase”, hasta que la carrocería empieza a mostrar fallas sistémicas o vuelve a florecer el espíritu aventurero en las personas a medida que se dan cuenta que se acerca su fin.
Este fenómeno se ha dado muy fuerte últimamente, principalmente en personas con hijos, trabajadores de grandes y pequeñas empresas, con todo ya “cocinado” para el futuro (o como alguna vez leí por ahí: “tanta seguridad me corrompe”). Pero la gran pregunta es: ¿por qué no seguir nuestro espíritu y usar todas nuestras ganas y energías en realizarnos como personas y ayudarnos a responder el por qué estamos en este lugar del universo, desde que tenemos uso de razón y en vez, la gran mayoría, nos vamos por el camino fácil del trabajo oficinístico-de escritorio-sentados-aburridos-desahuciados?.
No fuimos creados para vivir sentados, estamos hechos, física, ergonómica, y espiritualmente, para estar de pie, en movimiento o acostados Y querer descubrir y conocer todo lo que nos rodea. Fuimos creados para estar en movimiento y tal como dice la segunda ley de Newton: “Todo cuerpo en reposo tiende a estar en reposo, mientras que todo cuerpo en movimiento tiende a seguir en movimiento”. El problema es que ahora están cubiertas todas nuestras necesidades básicas, y estamos enfocados solamente en nuestro bienestar (el cual tiene relación con los bienes materiales, lo que NO implica felicidad). Basta que una de nuestras necesidades falle para que nos volquemos meramente en lo físico dejando de lado lo intelectual. Hemos dejado de lado nuestro propio envase, lo tenemos descuidado y olvidado, porque tenemos absolutamente todo cubierto. Es un círculo vicioso: mientras más necesidades cubiertas tenemos, más sofisticados nos volvemos y mayor cantidad de bienes/servicios demandamos. Poco a poco empezamos a vivir en función de las cosas: mantenciones, adquisiciones, upgrades, diseños, colores nuevos.
Es por esto que salir de la rutina, de lo fácil y obvio, hace bien y es necesario. Hemos perdido nuestra naturaleza de “aventureros”, de ir en búsqueda de lo desconocido. Al salir a correr o movernos, conectamos nuestra mente con nuestro envase, hacemos sufrir lo físico, lo material, para darnos cuenta de cómo estamos y quiénes somos. Hacemos sufrir nuestro cuerpo, entregando estímulos cada vez más intensos (en duración o dificultad). De otra forma el envase pasa a ser descuidado hasta que ya es demasiado tarde: el doctor nos dice que nuestro cuerpo está en las últimas (hemos tomado, comido, fumado y/o descansado mucho) y ya nada funciona. Ahí nos damos cuenta de todo el mal que le hemos hecho y hacemos todo lo posible por no perder la vida.
Todo es fácil, agradable, rico hasta que nos damos cuenta que vamos a morir.
Sin sufrimiento nunca habrá aprendizaje.
No esperemos llegar a este punto de inflexión para darnos cuenta que debemos cambiar. Cada uno tendrá sus motivos para correr o moverse; sigamos mejorando, sigamos dando lo máximo cada vez que salgamos, conociendo rutas y lugares nuevos para salir de la rutina, para sufrir físicamente y así volver a lo básico y poder apreciar con todo nuestro ser y sentidos, lo que somos, para qué estamos acá y qué queremos lograr en nuestras ínfimas vidas.
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