¿Por qué corremos?

Evolucionamos, bajamos de los árboles, dejamos de usar nuestros brazos como piernas y nos pusimos de pie, para creer y sentir que somos dueños y señores de todo(s) lo(s) que nos rodea(n). Fue necesario aprender a caminar de pie y luego correr para perseguir presas. Sin la ayuda de lanzas ni flechas tuvimos que fatigar a nuestras presas, corriendo detrás de ellas sin dejarlas dormir, descansar, alimentarse. Es así como cazamos antiguamente, fatigando al adversario, hostigándolo hasta la muerte. Somos de los animales más lentos en la tierra, nuestra velocidad máxima es cercana a los 45 km/hr[1] (insostenible en el tiempo), mientras aunque parezca increíble, un hipopótamo alcanza una velocidad máxima de hasta 50 km/hr[2]. Pero poseemos la capacidad de transpirar entre 2 a 14 litros por hora[3], lo que nos hace los mejores en este ámbito. Y eso por eso que podemos correr durante kilómetros, nuestros sistemas necesitan menor cantidad de agua y energía por hora para funcionar bien. Así es como cazábamos mamíferos grandes: corríamos varios detrás de un animal, hacíamos turnos durante día y noche corriendo detrás de éste, sin dejarlo dormir, comer ni hidratarse hasta que moría de cansancio o shock térmico. Deben haber sido largas y duras horas en la oscuridad, durante el día, subiendo y bajando cerros, cruzando ríos, atravesando bosques, sintiendo la lluvia caer sobre el grupo, el hambre debe haber pesado en todos pero el objetivo era fuerte y claro: correr detrás del animal hasta matarlo de cansancio. Desconozco cuáles serán los “tiempos de cansancio” de cada animal pero imagino que pueden ir desde algunas horas (vaca indefensa) hasta días (mamut). Miles de años pasamos cazando de esta forma, luego fue mejorando progresivamente con la ayuda de flechas, lanzas, piedras talladas pero siempre manteniendo la base de correr. A todo esto se debe agregar el constante movimiento de las tribus nómadas, las cuales cambiaban de hogar de manera continua teniendo que caminar para lograr esto. La población del continente americano demoró alrededor de 29.000 años[4], muchos animales fueron cazados, muchos kilómetros fueron corridos, muchos paisajes fueron observados, sentidos y recibidos como estímulos, muchas fogatas se hicieron, muchos ríos y cascadas fueron escuchadas y atravesadas, mucha lluvia cayó sobre las cabezas de estos hombres, muchos bosques fueron recorridos, imponentes y grandiosas montañas fueron observadas y algunas escaladas, majestuosas y amplias vistas fueron grabadas en sus memorias.

Correr ha sido, es y será lo más natural de nuestro ser. Hemos re-corrido muchos años a lo largo de la historia, evolucionamos a lo largo de los años debido a ese estímulo. Fisiológicamente fuimos hechos para correr, es lo más básico de nuestra naturaleza, salir a correr: a cazar, a buscar agua, para llegar a un punto alto de la ciudad y ver qué ocurre en la aldea vecina, para arrancar de depredadores. Incluso es posible correr sin zapatillas, tal como se hacía en aquellos tiempos o como lo hacen los indios Tarahumara. Muchos estudios han demostrado que correr ayuda al cerebro a mejorar las conexiones, por ende, hacerlo más propenso a ser más inteligente. Otros estudios complementan que correr e ingerir comidas ricas en grasas nos harían incluso más propensos a ser aún más inteligentes. Imagino que así evolucionamos: corriendo y comiendo, mejorando nuestra fisionomía y nuestro cerebro, hasta el día de hoy, día en el que vivimos sentados gran parte del día, ya sea en el trabajo, estudiando, conversando, almorzando, leyendo, escribiendo, en reuniones sociales, transportándonos, etc. Hoy en día un ultramaratonista, o un cazador de tiempos pasados, es visto como un loco: a quién se le ocurre re-correr tantos kilómetros a pie, sin descansar, sin sentarse y peor aún, a nadie se le ocurre qué hacer con sus cabezas durante todo el re-corrido. Pocos creen que sea posible realizar algo así, quizás pocos están dispuestos a asumir el desafío porque requiere constancia, resilencia, disciplina y dejar muchos vicios y gustos de lado, porque así era la vida antes, simple, básica, “correr para comer”, o corrías o morías.

Pero la vida hoy en día es diametralmente opuesta: comodidad, cantidad, avaricia, gula, egoísmo, quejas, facilidades, son algunas de las “propiedades” actuales. A quién se le ocurriría levantarse a correr a las 4 am. con frío, sueño, lluvia, qué sentido tiene, solamente a un loco, rayado, excéntrico, drogado, distinto, desadaptado de la sociedad lo haría. Pero va más allá de lo físico, lo físico es una consecuencia del bueno uso del cerebro y la fuerza de voluntad: levantarse sagradamente cada vez que suena la alarma sin importar el estado mental o físico y salir a correr durante horas en la oscuridad, cambia positivamente a cualquiera. Nos hace más fuertes, seguros de nosotros mismos, tranquilos, capaces de eliminar los estímulos innecesarios de nuestro entorno, nos hace capaces de abstraernos del espacio-tiempo, cada uno se “retira” con su mente a su propio mundo, separando el cuerpo de la mente pero siempre el cuerpo guiado y manejado por la mente, la fuerza de voluntad. Se sufre, se pasa mal, hambre, frío, sueño, tropiezos, rasguños, cansancio, son algunos de los males, pero nos ayudan a ser aún más fuertes, nos ayudan a disfrutar y saborear los momentos buenos y alegres de la vida y a la vez aprender y a soportar los momentos malos. Al sufrir dolores vivimos experiencias nuevas, que nos mueven de nuestra rutina, nos hace cuestionarnos todo: qué somos, qué hacemos, por qué estamos mal, cuánto necesitamos estar bien, cuánto necesitamos el correcto funcionamiento de nuestros sistemas y pasado el dolor nos hacemos más fuertes, expandemos nuestro “metro cúbico” de comfort, aprendemos de la vida y disfrutamos más los momentos fáciles, simples.

El contraste entre buen-mal momento es natural y por ende obligado, si uno deja de existir, el otro pasa a ser la regla, lo obvio, lo típico, lo común, lo ordinario y todo es fácil pero invariable, pasa a ser monótono, tal como es la vida de muchos de los 6 mil millones de seres que habitamos este lugar en el Universo.

Correr por los cerros nos lleva a tiempos antiquísimos: todos sentimos sensaciones buenas y alegres cuando escuchamos y vemos un río, o cuando escuchamos y quedamos mirando por horas la combustión de las maderas de una fogata. Nos traen recuerdos de aquellos tiempos en los que el día a día trataba de sobrevivir, nada era obvio, nada era fácil, todo requería esfuerzo, energía y el siguiente segundo podría ser el último. Correr por los cerros nos “prende” aquella parte del cerebro que aún guarda todos esos recuerdos y sensaciones, nos sentimos “cazando” pero a la vez disfrutando, sabemos que al final del recorrido habremos “cazado” y podremos comer y sentirnos felices, hasta la próxima vez.

Ha llegado el momento de volver a nuestras raíces, de volver a lo básico y simple, de re-correr como siempre lo hemos hecho, aprovechando nuestra geografía única en el mundo y nuestras capacidades fisiológicas. Es la hora de enfrentar la adversidad, lo desconocido y salir a movernos.

“Vivirán en vano los hombres, por más que lleven una existencia segura y llena de comodidades, si dejan que en sus almas muera el espíritu de aventura” W. Murray

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