Patagonia Run de esas carreras comienzan antes de pisar la línea de partida. Desde el momento en que llegas a la Aduana Argentina, te preguntan por qué distancia vas a correr y te comienzan a dar ánimo. Es algo loco… nunca hubiese imaginado que te podían preguntar eso en la aduana.
La fiesta se vive desde que llegas a San Martín de lo Andes, todo está en función y para la carrera. Esa es una de las cosas que más dan gusto al llegar a esta carrera.
Yo estaba inscrito para los 100K, los que partirían a la media noche del viernes. Llovía constantemente, como esos días donde solo quieres quedarte acostado en una chimenea, comiendo sopaipillas. Claramente no venía a eso así que ese mismo viernes por la tarde estábamos todos escuchando la charla técnica y entregando las bolsas que quedarían en los abastecimientos. Quedaban algunas horas para descansar, así que la idea era dormir por unas cuantas horas antes de ir a la partida. La lluvia se mantenía por la tarde y la noche y eso no hacía dudar del tipo de zapatilla que deberíamos ocupar.
Antes de la media noche ya estábamos en el Regimiento de Caballería para partir la carrera. El nerviosismos se sentía en el ambiente y de a poco caminábamos hacia la meta. Saludos de un lado al otro, gente gritando de nerviosismo y de un segundo a otro ya estábamos formados para partir la carrera. 12:00 en punto y ya estábamos corriendo.
Un poco de caos al inicio, debido al barro en el camino, pero nada grave. Llegamos a un camino de autos y ya los grupos se habían definido. Muy adelante mío el primer grupo y luego ibámos unos 8 corredores todos a la vista – ni idea en que puesto iba, nunca lo supe hasta terminar – para llegar al primer puesto de abastecimiento “Hidratación Rosales”, pido algo caliente para tomar, sentía mucho frío y tenían una rica sopa. Perfecto.
Los primeros kilómetros me los tomaría con calma, sobre todo porque era de noche y quedaban muchos kilómetros por recorrer, aún así Patagonia Run es una carrera muy corrible y por lo tanto desgastante.
Hasta ahora el recorrido era el mismo de los 80 del año 2013, pero el primer cambio sería la cumbre del Cerro Colorado, el próximo punto importante. Comienzo la subida, algo de hielo al principio, y el frío congela los cordones de las zapatillas. Escucho clac-clac! en cada paso que doy y a medida que sigo subiendo desaparecen los arboles y aparece algo de viento. A lo lejos veo una luz de un corredor y trato de moverme lo más rápido que puedo; el piso está cubierto de hielo y sobre él una fina capa de nieve. Intento seguir las huellas de los otros corredores, aun no alcanzo a llegar a la cumbre y siento como el viento golpea mi lado izquierdo de la cara. Comienzo a sentir que mi ojo izquierdo se congela… primera vez que me sucede algo así… el viento frío sigue golpeando mi cara, mis manos se congelan y lo único que quiero es llegar rápido a la cima para comenzar a bajar. Comienzo a perder algo de visión en mi ojo izquierdo, comienzo a ver una mancha en mi visión… muy desagradable. Hasta aquí no entendía nada.
Llego a la cima y comienzo a bajar rápidamente, lo más rápido que podía para entrar en calor. En el camino había puro hielo y la bajada era peor. Solo veía bien con mi ojo derecho, así que mientras bajaba cerraba mi ojo izquierdo, algo tremendamente desagradable porque perdía la relación de profundidad, abría mi ojo izquierdo y veía una mancha. Solo quería llegar al abastecimiento “PAS Colorado 1” y pedir asistencia.
Ya bajando entraba en calor, y finalmente llegaba al PAS, pido ayuda con mi ojo y me dicen que se había congelado un poco por el frío… que si podía me pusiera anteojos. Yo pensaba, de noche con anteojos de sol… probaré que pasa. Me echan unas lágrimas para los ojos, como algo y a las 10 minutos salgo con la visión completamente nueva. Qué sensación más agradable. 5 minutos más tarde comienzo a perder la visión nuevamente. Y así me fui hasta que salió el sol. A medida que avanzaba durante la noche intentaba correr y perdía la visión y aparte me quedaba dormido mientras corría, intentaba comer geles con cafeína para eliminar el sueño, me los terminé y aun así me quedaba dormido. Por largos kilómetros solo podía caminar porque no veía nada, era como ver a través de un tubo de cartón, de esos de papel higiénico. La perdida de visión iba y venía durante la noche, lograba correr por algunos buenos kilómetros, llegaba a los abastecimientos tomaba las sopas y pedía gotas para los ojos. En cada puesto la dedicación para atenderme, y para atender a todos los corredores, era tremenda, te sentías como un rey; llenaban tus botellas te ofrecían comida y donde pedí asistencia médica para mi ojo, me la entregaron. Extremadamente agradecido.
Amanece y llego al PAS Quechuquina. De ahí en adelante ya no tuve problemas con mi visión y pude “disfrutar” lo que quedaba de carrera. Última subida importante sería hacia la cima del Cerro Quilanlahue, en su base el PAS Coihue, me encontré con un amigo, José Tomás Wieczorek, que corría los 60K. Así que fui subiendo con él hasta llegar a la cima, luego de eso no lo ví más, jajaja.
Al bajar del Cerro Quilanlahue pasaba por el PAS Quilanlahue 2 y me encontraba con Mariano Volpedo y Ronald Cristinic. Salí de ahí y lo siguiente eran unas buenas rolling hills para llegar a San Martín, devolviendome por parte de lo que había corrido durante la noche.
Llego a meta en 15h53m (o algo así)… tremendamente feliz pero completamente ido. Al mínimo de energía ya que no había podido comer en los últimos 20km. La parte más importante…
En meta me recibe Araceli, que había corrido 42km y algunos otros amigos. Termino feliz, pero sin energías.
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