Soy una corredora normal, eso quiero dejarlo muy claro. No vengo del mundo del deporte de elite ni soy especialmente talentosa para correr, sino que soy lo que se conoce como una aficionada. Pero hay una diferencia. No creo que soy “una aficionada más”, simplemente porque creo que en el trail es difícil serlo. No quiero desmerecer con esto al deporte de calle ni a otros deportes, sino solo afirmar un punto: el trail running es un deporte especial. No sé todavía cómo definirlo con precisión porque si lo describo pareciera que fuera un deporte más. “Trail running, es correr en cerro, en montaña, no en calle”, digo cuando me preguntan. Pero dudo que realmente mi interlocutor entienda todo lo que le quiero decir con esa frase. “Pero cómo… ¿corren cerro arriba?”; “Sí, o al menos eso trato. Es en realidad difícil, pero me gusta”. Y ahora sí que mi interlocutor no entiende nada. Pero es precisamente ése el punto de partida. Es que el trail no se cuenta, se vive.
Haruki Murakami, un escritor japonés que quizás es ya un clásico para muchos corredores, en “¿De qué hablo cuando hablo de correr?” –título que descaradamente robé para este artículo-, afirma que cuando entendió que “el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, decidió que el resto de su vida lo dedicara a escribir y a correr. Para él, ambas actividades iban de la mano, porque la una nutría a la otra. Mientras corría su mente encontraba la inspiración que necesitaba para escribir, porque sólo escribiendo, sentado, sentía que sus ideas se atrofiaban en el cuerpo sedentario. Cuando leí esto pensé que estaba frente al típico corredor de talento innato, a quien correr le resulta tan natural como caminar o conversar, y que por lo mismo podía inspirar sus best sellers al mismo tiempo que corría infinitos kilómetros, como si nada. Pero no. Me equivoqué garrafalmente. Primero, porque él no es un corredor de elite sino uno normal. Esforzado, sí –y bastante, basta leer su diario de carreras para darse cuenta-, pero normal. Y segundo, porque la inspiración de la que hablaba era otra. No era que la genialidad transformada en idea se le aparecía como una revelación en el km 50, sino que se refería a otro tipo de inspiración. Se refería a la mente en blanco, en silencio. Mientras corría –seguí leyendo-, su mente estaba suspendida en el tiempo y en el espacio; era un vacío blanco que, paradójicamente, era su fuente de inspiración. Hoy, después de casi un año y medio corriendo en el cerro, recién me cayó la teja de lo que decía.
Creo que correr es un estado mental adictivo. Y para mí, lo es correr en cerro. Lo descubrí cuando empecé a necesitar esa combinación explosiva entre cansancio extremo y dolor, fascinación por el paisaje, por sentir el peligro, por superar los –infinitos- obstáculos mentales y físicos, y llegar a un estado casi meditativo. Una de mis referentes en el trail, Fernanda Maciel, dice que en el cerro –también extrapolable a la vida-, lo malo pasa y lo bueno también. Que el momento es lo que vale, y que por ello hay que experimentarlo intensamente. Si hay que sufrir, sufrimos; y si hay que disfrutar, gozamos, corremos rápido, nos reímos. No sé si hay otro deporte donde pase todo eso revuelto, al mismo tiempo, tan cambiante de minuto a minuto. Tampoco sé si hay otro deporte, en que esto se haga especialmente evidente en la competición. La carrera de trail es un verdadero viaje, en que todo puede pasar. Te ríes, lloras, te cansas, te alegras, conoces gente, estás solo; es de día y luego de noche, y da lo mismo. Todo eso, en unas horas. Es como si se comprimieran las emociones y experiencias de un mes en un solo día. Y es fascinante, pero se acaba. Cuando llegamos, todos volvemos a ser como siempre. Te limpias la cara, te sacas el barro; vuelves a ver un reloj normal y las horas del día te hacen sentido. Pero la verdad es que ya nunca volvemos a ser como siempre. Porque siempre buscamos volver. Hay una cierta nostalgia por volver a sentir esa turbulencia de emociones, pero también la fascinación de lo nuevo, de lo incierto. No sabemos qué nos deparará la naturaleza esta vez, ni qué pasara por nuestra cabeza, pero sí sabemos, que siempre, siempre, querremos volver a sentirlo.
Super buena reflexion. Creo que es buenisimo leer estos puntos de vista y experiencias. gracias por compartir.
Jose que buena que estés escribiendo!!! Y que entretenido leer experiencias similares a lo que uno siente cuando corre!!
Saludos!!
wow, pareciera q yo escribo esto, es como me siento. la verdad soy un principiante de esos de bien al principio jaja, solo he sentido el gozo de correr en calles o a lo mas una spartan race. pero saben? soy asmatico, cuando quize correr por primera vez no logre ni 100 metros y ya estaba sufriendo, demore mucho pero ya puedo correr 13 kilometros, no es mucho, pero de 100 metros a lo que llevo ahora, es y ha sido un sufrimiento muy placentero. me emtere del ultra vulcano, y es mi meta para este año, asi que cualquier consejo y cualquier aliento siempre sera bienvenido. lo que mas me gusto de esta columna es que eso que dijo sobre lo que uno sufre.. pero vaya que se goza a la vez. saludos a todos!!!
buena cronica.. mezcla de onirismo de murakami ( uno de mis favoritos.. no solo en la parte deportiva) que dicho sea de paso fue mi mayor mentor para dejar de fumar… con lo acertivo de su descripcion de los momentos de una carrera o hasta de un buen largo en cerro… esto es adictivo si!! que lo és … porqué … mejor vivalo y luego como todos los que postean y leen asiduamente aquí lo sabrá…
Slds
JC
Esta buenísimo Jose, te felicito por el enfoque y como pudiste plasmar tan bien lo que sientes y piensas, espero seguir leyendo mas, un abrazo!!!
Muchas gracias a todos por sus comentarios, son una inspiración!!
Buenísimo Jose, te pasaste!
La verdad es que no realizo trail running, pero me encantaría hacerlo. Soy (aficionada) andinista y suelo entrenar corriendo en calle. Pero lo que me llama profundamente la atención es que cuando subo un cerro también experimento esa “combinación explosiva entre cansancio extremo y dolor, fascinación por el paisaje, por sentir el peligro, por superar los –infinitos- obstáculos mentales y físicos, y llegar a un estado casi meditativo”. Tal vez ese contacto tan cercano con la naturaleza crea en nosotros estados tan complejos, contemplativos e hiperestimulantes.
Me encantó la columna.
Muchos cariños
Gracias Pablo y Nati!
Excelente narrativa, concuerdo plenamente en cómo describes lo que caracteriza a quienes corremos en el cerro!
Donde el cansancio es nuestro único contendor a vencer… y que la alegría que experimentamos al final, ya sea al entrenar o competir, es nuestra característica.
Saludos desde la Cuarta Región
Me cambie de casa hace casi un año, me vine a vivir a las faldas de un cerro del santiago campesino, mientras construiamos la casa, miraba el cerro que hoy me guarda las espaldas con el desafio de caminar un dia hacia lo que mis vecinos llamaban la buitrera (la cima del cerro). Fue hace unos meses que retomé el trote por calle, pero a la semana de carrera el “curi” (mi perro) decidio acompañarme con malos resultados para los dos, porque tuvimos que pelear con la jauria de las plantaciones a los lados del camino, para evitar los daños nos devolvimos a toda velocidad, fue cuando se alzo a mis ojos nuevamente la “buitrera”, fue de ahí en adelante que me empezó a pasar lo que dices Josefina, y hoy con el curi y la “guinda” (mi perrita) somos unos viajeros, mis zapatillas “Rocinante”, vamos conquistando cimas y ellas se van quedando en nosotros. Me emociono porque te leo y te entiendo.
jaja que buen nombre para las zapatillas!!! Gracias por tus palabras Jorge !
Josefina tienes un don de expresión, has plasmado tan bien sentimientos que a muchos nos hacen sentido ,el.trail.como bien dices se vive, y cuando lo vives te transformas ya no volverás a ser el.mismo tus fronteras cambian y los límites de tu cuerpo y mente se alejan, esto efectivamente es una entretenida adicción que requiere mucho más que ganas para vivirla, requiere convicción y mucho pero.mucho trabajo de verdad, un abrazo
Muchas gracias Julio !
La sensación del cerro, el dolor del las subidas, la adrenalina de las bajadas a todo lo que das, las caras que se repiten, el que te pregunta como vas cuando te ve débil, el cerro que no conoces y buscas subir, llegar a una cumbre y sentarse en una piedra simplemente a mirar todo lo que puedas ver…en fin…cosas que solo el que corre en un cerro sabe lo que se siente estar ahí, arriba, en lo mas alto. Perfecto tú relato.
muchas gracias Conrad!