Cuando terminé de correr el Ultra Trail du Mont Blanc intentaba recordar una y otra vez como fue la carrera y no podía. Intentaba recordar cuáles eran los lugares que había pasado y tenía un desorden mental tremendo. Sencillamente no podía llevar a palabras lo que había vivido. A los días de haber terminado de correr me senté a escribir y las palabras no salían. Era como si no pudiese expresar lo que había vivido. Seguí viajando y a los meses comencé a escribir nuevamente. Finalmente, ahora he vuelto a ver imágenes y videos del recorrido y puedo escribir sin problemas.
El valle de Chamonix es uno de los mejores lugares donde puedes practicar trail running, la gente vibra con los deportes de montaña, a tal punto que a cualquier hora del día verás a alguien entrando o saliendo de un sendero. Es que el valle es un gran laberinto de senderos de todo tipo que conectan pueblos, caceríos, refugios y países; por el norte con Suiza y por el este con Italia. Las fronteras son solo unos hitos de piedra y donde solamente te das cuenta que has pasado de país cuando escuchas un – alle alle! – y luego – bravo! bravissimo! -.
Era el viernes 29 de agosto, y junto a Harold Won, su polola y Claudio Herrera, nos estábamos quedando en un departamento que arrendamos en un pueblo llamado Argentiere, justo arriba de un bar, el bar “The Office”, ubicado a unos 10K al norte de Chamonix. Nuestro día había empezado algo movido, Claudio corría la CCC y había salido temprano del departamento. Más tarde sería nuestro turno junto a Harold.
Una vez almorzados y listos para partir, decido irme antes a Chamonix para juntarme unos minutos con Daniel Rowland, que sería mi crew en algunos puntos. Luego de eso me juntaría con los hermanos Rojas (Beníto y Jerónimo), el primo de ellos, Sebastián Dominguez y Harold en la iglesia donde está la partida para el UTMB.
El nerviosismo estaba controlado, pero una vez que llego a la ciudad y veo todas las vallas en la ciudad, familias y niños esperando la partida, me baja la emoción por primera vez. Con una amenazante lluvia sigo caminando a la partida. Como es de costumbre no paso por debajo del arco de partida/llegada me encuentro con mis amigos y solamente nos quedaba esperar la partida.
La hora de partida se acerca, comienza a sonar la música, la lluvia se hace más intensa y ya estamos corriendo los primeros metros de la carrera. A pesar de quedar a unos 20 metros de la partida, la salida es muy trabada y hasta unos 50 metros luego de haber pasado el arco recien nos ponemos a correr para salir de la ciudad.
Parto junto a Harold, Benito y Jerónimo Rojas más Sebastián Domínguez y a los pocos metros Harold desaparece. Al comenzar la carrera tienes 2 opciones: Correr por 40km “arrancando” del pelotón de gente o quedarte en el pelotón y pasar gente de a poco. Yo opté por la segunda opción, algo lenta en un principio pero no había razón para apurar más ya que mi idea era llegar hasta Courmayeur, la mitad de la carrera en buenas condiciones y luego de eso comenzar a “apretar”.
Los primeros kilómetros son por la ciudad, pasando por cemento y luego entramos a un sendero de peatones que nos llevará hasta Les Houches para nuevamente salir al cemento por un largo rato. En un tramo 100% corrible y que rápidamente hace volar a los primeros corredores. Muchos parten rápido en ésta parte, es que con las ansias de correr y no quedar atrapado en la masa de corredores, todos fácilmente corren como si fuera un 10K de calle (y es que casi lo es).
De aquí hasta Le Delevret es prácticamente puro camino para autos, estamos subiendo un centro de esquí donde luego la subida de cemento se transforma a un camino de ripio ancho. Aquí la lluvia era constante y no nos dejaba traspirar, aquí me abrigo por primera vez, ya que a cada paso ganábamos algo de altura. Al llegar al control de Le Delevret, pasamos por un paso de montaña donde con un lector de barras te escanean el número y ya puedes continuar. Yo pasaba con la posición 1568 (pero en ese momento no lo sabía). La constante lluvia de los últimos días tenia el suelo algo colapsado y de aquí en adelante la bajada fue una larga pelea por no terminar en el suelo. Aquí fue donde di las gracias por llevar bastones, no había zapatilla que se agarrara con ese barro, yo corría con una New Balance Fresh Foam de calle que funcionaba muy bien, pero que tiene cero agarre y veía como personas con unas speedcross se caían como si no llevaran nada. Finalmente alcanzamos la calle en la bajada hacia St. Gervais y comenzamos nuestro peregrinaje al abastecimiento. Sin duda ésta es una de las bajadas más complicadas de la carrera, sobre todo si ha llovido, ya que tiene mucho pasto y barro. Imposible salir limpio de aquí. Sin lluvia debe ser otra cosa.
Ya era de noche y llegamos a St. Gervais donde encontraríamos el primer abastecimiento grande, Seb Chaigneau recibiendo a los corredores bajo una lluvia que no daba descanso. Me cambio de polera y me pongo una polera de lana merino junto con una chaqueta de goretex, como y recargo mis botellas. El lugar estaba lleno y era difícil sacar comida, mucho ambiente en el pueblo, alentando a los corredores e incluso los voluntarios te decían que ya era hora de salir y de seguir corriendo.
Luego de mucho cemento llego a la mítica capilla de Notre-Dame de la Gorge, donde hay una gran fogata esperando a los corredores. Dan ganas de quedarse ahí, miro a mi alrededor y no recuerdo haber visto la capilla, salgo de la capilla y veo una subida, completamente cementada en piedra, imposible de correr, ni siguiera lo intenté. Me puse en modo trepador con mis bastones y comencé a subir, pasando gente, de a poco, pero pasando.
Hasta ese momento me había dicho que iba a respetar mis pulsaciones y no correría a más de 140 ppm pero llegando a éste lugar me dije: “Si no lo doy todo ahora, para qué vine. Hasta donde llegue nada más…” y de aquí en adelante cada subida que encontraba la subía como si no hubiera un mañana, siempre caminando, pero a fondo. Y así fue como fuí pasando gente; La Balme cruzaba 1026, Refugio Croix Bonhomme 974, Col de la Seigne 876 y así avanzando poco a poco.
En las bajadas controlaba un poco las cosas para no gastar tanto las piernas, desde el Col de la Seigne la vista es increíble y de ahí en adelanta la cosa mejora cada vez que das la vuelta a la esquina.
Llego al Arete Du Mont-Favre y bajo rápidamente hacia Col Checrouit, ya no podía esperar por llegar a Courmayeur. Al llegar a Col Checrouit veo Courmayeur abajo mío, saco algo de comida y sigo bajando con lo que podía. Daniel estaría aquí esperándome para pasarme ropa seca y darme ánimo para seguir. No podía espera por llegar ahí y contarle lo bien que me sentía. Sabía que iba más lento de lo presupuestado pero iba bien, contento, con energía de sobra y listo para salir por la siguiente mitad. Me encuentro con Daniel y comenzamos a hablar, me dice que me veo bien, me cambio de ropa, calcetines secos y zapatillas “nuevas”. Comienzo a salir y me encuentro con la polola de Harold, veo a Harold y comenzamos a conversar hasta que logramos salir. Distintos dolores estaban achacando a Harold.
Salimos, cruzamos el río y comenzamos a enfrentar la subida al Refugio Bertone, Harold comienza a quedarse en la subida y yo lo espero un poco, le digo que vayamos paso a paso, que no hay apuro. Harold me dice que siga que haga mi carrera. Nos despedimos a la distancia y ya no lo vi más.
La subida a Bertone no es difícil, pero si es un constante zig-zag. La parte italiana de la carrera tiene más piedras y raíces que el resto de la carrera, pero nunca es un terreno muy técnico. En particular, Bertone es muy empinada, pero con el zig-zag no se hace difícil subir. Seguí empujando en la subida, como había sido la tónica de todas las subidas que había hecho. Llego a Bertone marcando la posición 614, me detengo un momento para pasar al baño (si van a pasar a un baño en un refugio de montaña, recomiendo éste) y continúo por un agradable y ondulante sendero en dirección al refugio Bonati que rompe la monotonía de la carrera, con su constante sube y baja. Praderas verdes y pequeños cruces de agua, acompañados de vacas y una vista que tremenda al valle de Aosta.
Mi pasada por Bonati fue algo lenta, el cansancio me traía mal, venía quedándome dormido, como una de las sopas isotónicas y me acuesto en el suelo por unos minutos, al igual que lo había hecho unas 2 veces antes en distintos puntos de la carrera. Salgo de Bonati y comienzo a quedarme dormido nuevamente, encuentro un lugar en el sendero y me tiro a dormir por otros 5 minutos. Alarma puesta, escucho pasar a unos corredores a mi lado… realmente descanso y al rato suena mi alarma, despierto, miro al frente y veo a un asiático que venía en contra, rápidamente me paro y al trote me pongo la mochila y guardo mi celular. De aquí hasta Arnuva mi bajada fue la mejor de toda la carrera, como si no llevara 90km en las piernas, comienzo a bajar pasando corredores. Ha sido una de las sensaciones más mágicas que he tenido. Llego al abastecimiento de Arnuva, nuevamente me abastesco de comida, isotónico y agua y comienza otra dura subida, ésta vez hasta Grand Col Ferret, los 100K de la carrera. Aquí es donde comienza la carrera, según todos… según yo comenzaría 20 kilómetros más tarde.
Lo importante de éste punto es que debes ser capaz de correr los siguientes 20km de bajada, justo antes de comenzar la subida hasta Champex-Lac. El camino es muy agradable y lo que más me impresionó fue una chica que con su bandera, una mochila y su perro estaba esperando corredores, tan solo para darles ánimo. El dicho dice que la diferencia entre los hombre y los niños está entre si puede o no correr esos 20km de bajada. Sin dudarlo me puse a correr.
Llego a La Fouly, rápidamente cargo de comida, salgo y la distancia encuentro a un español con su familia, sentado al borde de la calle, le grito vamos! y me dice – ya! -. Aquí nos toman ésta foto. Su nombre, Yeyo Gomez.
Junto a Yeyo seguimos juntos por unos kilómetros, conversando de carreras y de la vida, hasta que se me apagaron las piernas y Yeyo siguió a su ritmo.
Completo eso 20km de bajada con un dolor tremendo en mis pies. Una y otra vez me repetía que solo quedaba la última maratón para terminar la carrera, luego de Champex-Lac lo único que me quedaba era subir cada una de las última 3 subidas quedaban: La Giete, Catogne y Tete Aux Vents.
Llego a Champex-Lac, último lugar donde me encontraría con una amiga de Daniel, que me ayudaría un poco con la mente y el ánimo para seguir. Duermo un poco en el piso, como otro poco y veo una televisión con las posiciones de los corredores que venían entrando al puesto de abastecimiento y aquí, por primera vez me doy cuenta de en qué posición iba. Una bandera chilena, mi nombre y la posición 476 que se movía a medida que llegaban más corredores. Me animo y decido salir. Imposible correr, el dolor de los pies era demasiado para ese momento y comienzo a caminar al borde del lago Champex. Familias y corredores alentando a los otros corredores hasta que logro salir de la ciudad.
Adelante mío iba un corredor caminando con alguien que parecía su papá, se acerca un juez en vehículo de la organización, se baja y le pide su número de corredor y que se devuelva al abastecimiento. Paso a un lado de ésta escena y sigo mi camino. Al parecer la carrera para éste corredor terminó ahí mismo. Las reglas son claras, no se puede ir acompañado de otra persona que no se aun corredor fuera de las zonas permitidas.
Durante gran parte de la carrera yo pasaba a un corredor y luego él me pasaba, creo que lo alcancé en cada subida y él me pasaba en todas las bajadas. Durante los últimos kilómetros nos encontramos en la subida a La Giete y por primera vez en muchas horas nos preguntamos el nombre. Su nombre era David Cumins y junto a él decidimos ayudarnos en los kilómetros que quedaban. Yo empujaría las subidas y en las bajadas él mantendría el ritmo mientras yo lo seguía.
Y así fue, decidí empujar con todo lo que podía y me quedaba, cada una de las subidas de las carrera hasta que llegamos a Vallorcine punto de la carrera que estaba a menos de 10K del departamento en Argentiere. Desde Vallorcine deber subir a Col des Montets, una subida completamente trotable (que en esos momentos solo quise caminar) y desde Col de Montets hasta Tete Aux Vents hay una pared. Literalmente, aquí ya no me quedaban energía para empujar. David me seguía y intentaba subir lo más rápido que podía, pero la subida era eterna.
Llegamos a la cima, con muchas rocas y algo de barro y comenzamos a avanzar en un ondulante circuito hacia La Flegere, andarivel que marcaba el último abastecimiento para llegar a meta.
En el camino a La Flegere veo como David se aleja, comienzo a quedarme dormido… me detengo un par de veces para juntar energías y seguir. A lo lejos David me espera, y repentinamente el pasto comienza a respirar, se mueve como si inspirara y espirara… una y otra vez. Rápidamente pienso en que eso no puede ser posible, no hay viento y el pasto no hace eso… Estoy alucinando. Muevo mi cabeza y continúo.
Llego a La Flegere en la posición 372 (terminaría 368), David había llegado hace unos minutos, tomo un café, como unas papas fritas, galletas y comenzamos la última bajada. Un zig-zag eterno con pequeñas piedras y raíces que mis pies ya no quería tocar. Afortunadamente íbamos a buen ritmo. Luego de un buen rato, tocamos cemento, cruzamos el río, doblamos a nuestra derecha y entramos a la ciudad para cruzar la meta.
36 horas y 35 minutos después de haber cruzado la línea de partida ya estaba de vuelta para contar una de las aventuras más increíbles que haya tenido.
Sin duda 100 millas son un largo viaje donde descubres que tan lejos puede llegar tu cuerpo, tu mente y los deseos de completar algo que has preparado con tanto tiempo y dedicación.
Muchas gracias mis padres, amigos y a todos quienes me apoyaron en éste largo viaje por los Alpes.
Excelente relato Mati. Qué gran experiencia!!!